miércoles, 15 de septiembre de 2010

memoria


Los filósofos que han especulado sobre la significación de la vida y el destino del hombre no han notado lo suficiente que la naturaleza se ha tomado la molestia de informarnos sobre  sí misma. Ella nos advierte por un signo preciso  que nuestro destino está alcanzado.  Este signo es la alegría. Digo la alegría, no el placer.
El placer no es más que un artificio imaginado por la naturaleza  para obtener del ser viviente la conservación de la vida; no indica la dirección en que la vida  es lanzada. Pero la alegría anuncia  siempre que la vida ha triunfado, que ha ganado terreno, que ha conseguido una victoria: toda gran alegría tiene siempre un acento triunfal.
Ahora bien,  si tomamos en cuenta esta indicación y seguimos esta nueva línea de hechos, hallamos que por todas partes donde hay alegría, hay creación: más rica es la creación, más profunda es la alegría.

 H. Bergsong.

notas vencidas.



Un día comenzamos por instalarnos en un sitio apenas familiar, lo llenamos de cosas que han ido de sitio en sitio y aderezamos todo con sentimientos nuevos; traemos gente por las noches y enteramos de nuestros gustos a los vecinos dejando que la música se filtre por las paredes en la mañana. Al poco tiempo damos el último vistazo antes de entregar las llaves al encargado. Cuando sólo queda el polvo, alguien más llama por el anuncio de “se renta”, vemos un diminuto cuerpo que se encargara de habitar aquel lugar que hoy dejamos…